miércoles, 14 de octubre de 2009

Guillermo Sención Villalona

De novelas y personajes: La perla


"Si me pedís un símbolo del mundo en
estos tiempos, vedlo: un ala rota.
Se labra mucho el oro, el alma apenas".

José Martí


Guillermo Sención Villalona

No recuerdo en qué trabajo Vargas Llosa refiere, no cito, que ciertos personajes de ficción lo han seguido en su memoria con más persuasión que otros de la vida real. Me parece que éste no hablaba, ni podía hacerlo, en primera persona.
Es claro que al lector, cualquiera que sea, le ocurre esto. Yo pienso que a partir de Crimen y castigo, el genial Dostoyevsski dejó en mi memoria para toda la vida el nombre de ese personaje psíquico llamado Raskolnikof; así como Gorki, en su Madre, me eternizó al revolucionario Pavel. También Bosch hizo tal con el infortunado Encarnación Mendoza, y no sé por qué Berenice, del cuento homónimo de Edgar Allan Poe, es nombre que me persigue.
Muchos son los personajes que podría citar que dudo mi memoria apague algún día, como la mítica familia Buendía creada por García Márquez, pero hay, además, otras criaturas cuyos nombres pueden escapar a mi mente, pero no el personaje en sí.
Me parece que en esto juega un papel estelar el autor del relato, dado que por lo general los personajes inolvidables pertenecen a narraciones trascendentales.
Es común que cuando me dispongo a leer un libro, tengo de antemano (como hacemos con las proyecciones cinematográficas) por lo menos una ligera idea acerca del autor de la obra seleccionada, o de la misma obra.
Lo susodicho no ocurrió con La perla, a tal punto que hasta soslayé el prólogo, al cual, muy didáctico, le di una hojeada al final.
En esta novela me encontré con un personaje de los que gustan al laureado autor peruano. ¡Coyotito! Nombre raro, personaje inolvidable para mí. Dudo que algún día olvide ese nombre tan singular; y es cosa que no me ha sucedido con nombres de amigos y de cosas inanimadas que pensamos no se olvidan.
John Steinbeck, laureado autor de la novela (Nóbel 1962: esto lo anoto sólo como dato biográfico, porque si un premio puede ser acusado de arbitrario es ése) era tan desconocido para mí, como su novela, la cual no sé debido a qué capricho retiré de la estantería de una librería capitalina. Sin embargo, hoy Steinbeck merece mi mayor admiración como escritor.
De prosa envidiable, su estilo tiene una elegancia que conoce pocos dueños. La fuerza dramática que supo imprimirle este autor a su Perla no da lugar a comparación, es poco habitual. Produce en el lector la intención de querer penetrar en sus páginas y modificar la trama donde se encuentra ligada esa familia impotente, perseguida por la avaricia, por la voracidad ilimitada de los que en ciertas comunidades son los dueños de todo, hasta del aire.
El rastreo de que son víctimas Coyotito y su desafortunada familia es desesperante.
Steinbeck sabe introducirnos lentamente hasta familiarizarnos con las condiciones de vida de un pueblo y las aspiraciones de sus pobladores, aspiraciones que uno de los personajes sabe tienen su límite, debido a la presencia de los señores hechos para frustrar las esperanzas de los desposeídos, para convertirlas en desesperanzas. Son éstos los llamados a tener la riqueza, los predestinados, los monopolistas.
La avaricia es presentada en el relato vestida de gala, se muestra en nuestras conciencias tal como es, exenta de fronteras, de diques.
Sólo porque vivió lo que narra, pudo el autor norteamericano trazar con esa sensibilidad el perfil social de esa gente tan querida por él.
Como dice el prologuista-traductor Francisco Baldiz “conocía de primera mano la materia de que se compone el alma del pueblo, y eso lo convertía en su intérprete autorizado”.





New Jersey, EE. UU.
1994

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