miércoles, 14 de octubre de 2009

Guillermo Sención Villalona


ALEJO CARPENTIER o una exploración literaria de América

Por Guillermo Sención Villalona


De plata los delgados cuchillos, los finos tenedores, de plata los platos donde un árbol de plata labrada en la concavidad de sus platos recogía el jugo de los arados, de plata los platos fruteros, de tres bandejas redondas, coronadas por una granada de plata, de plata los jarros de vino amartillados por los trabajadores de la plata, de plata los platos pescaderos con su pargo de plata hinchado sobre un entrelazamiento de algas, de plata los saleros, de plata los cascanueces, de plata los cubiletes, de plata las cucharillas con adornos de iniciales...


Del libro Doce en la literatura dominicana,(*) de la autoría del escritor Guillermo Piña Contreras, extraemos unas declaraciones del Profesor Bosch, que anotamos:

“Estuve pensando, en España, en escribir una novela; en escribir una novela sobre las despoblaciones de Osorio; pero en eso llegó Cien años de soledad y me dije: no, después de esto no me voy a poner en ridículo escribiendo una novela”.

García Márquez ha confesado que llevaba escritas unas cien cuartillas de lo que iba a ser ese relato que tanta impresión causó a nuestro notable narrador, cuando leyó El siglo de las luces, de Carpentier, y su impacto en él fue tal, que seguido echó al cesto lo que tenía y empezó de nuevo.

Nos aventuraríamos a afirmar que lo referido nos ofrece una idea de la calidad de que es portadora esa famosa obra del autor habanero, la que pudo ser abuela de la que Bosch se proponía escribir.

Hijo de un arquitecto francés y de una profesora de idiomas nativa de Rusia, Carpentier (La Habana, 1904-París, 1980) empezó y no finalizó la profesión de su padre. Fue músico (con apenas siete años tocaba preludios de Chopin), musicólogo, periodista, publicista, diplomático, conferencista, organizador de conciertos de música, novelista, cuentista y ensayista; además, fundó el “Grupo Minorista” y lanzó la tesis de Lo Real Maravilloso Americano. Recibió el prestigioso Premio Cervantes, en el año 1978.

Sus textos, totalizadores, se erigen sobre dos pilares sobre los que se sostienen como la más férrea de las pirámides, que son la profunda investigación histórica que les sirve de sostén y una desbordante imaginación; esto marcado por el ritmo de una prosa de sobrado vigor expresivo, contentiva de una adjetivación de poeta.

La temática de sus novelas se enmarca en lo más hondo de esa extraordinaria epopeya que ha sido la vida de la multirracial América caribeña, con sus dictadores y revoluciones, emperadores y excéntricos caudillos, héroes independentistas incomparables y eternos mártires, épica que tuvo sus inicios en el año 1492 y que Alejo estudió a fondo para brindarnos esos relatos que beben del inagotable manantial que nos ofrecen, todavía, estas tierras de promisión literaria.

Carpentier nos convoca en sus escritos a un encuentro con la música, la arquitectura y la historia, en una simbiosis de fuertes y ágiles descripciones contentivas de un juego espacio-temporal, en el que los personajes aparentan cruzar de la historia a la ficción y, lo contrario, de lo fantástico a lo real, y el lector les sigue los pasos sin saber, a veces, si lo que lee es historia o es fantasía; además de que su pluma nos arropa con un despliegue de erudición desbordante, producto de su colosal, incomparable, formación cultural.

El escritor tenía una estrecha vinculación con la cultura francesa, la que heredó de su padre, que lo internó a la tierna edad de doce años en el mundo de Balzac, Zola y Flaubert, lo que ha animado a algunos a señalar con broma, que Carpentier era un francés que escribía en castellano. En realidad pudo ser un escritor del idioma francés.

De él, dijo Cabrera Infante: “Sus novelas son aburridos ejercicios de vanguardia, pero sus cuentos son extraordinarios”.

Borges argumentó, tras su muerte: “Nuestro deber es pensar menos en la muerte de Alejo Carpentier y más en la circunstancia de la obra que, en este caso, es perdurable y gloriosa”.

Goytisolo se refirió a él en estos términos: “Carpentier mostró a la muerte sus cartas credenciales en el mejor estilo”.

Es lamentable que su obra, debido sobre todo a la complejidad del lenguaje con que está escrita, barroco, por demás, no sea conocida por muchos lectores, a veces por asiduos lectores, que tal vez lo consideran un escritor de difícil acceso, demasiado culto.

Sugiero que olvidemos a los escépticos y no nos privemos de leer este muestrario de libros esenciales de la narrativa hispanoamericana de esta centuria: El reino de este mundo (1949, situado en Haití); Los pasos perdidos (1953, un internamiento en la selva venezolana); El recurso del método (1974, el dictador ilustrado); El arpa y la sombra (1979, el Almirante caricaturizado); la mencionada El siglo de las luces (1962, se desarrolla en Guadalupe) y Concierto barroco (1974, un juego con el tiempo y el espacio; el escenario es Venecia ).

En nuestra aventura carpentieriana nos vamos a encontrar y a divertir con criaturas como Víctor Hugues, Ti Noel y el manco Mackandal, el Primer Magistrado, Montezuma y Filomeno, también con Christhóforos, y toda la parafernalia que acompaña a estos personajes protagónicos en su extraño accionar.

Podemos afirmar que el hombre, con sus apetencias y debilidades está en el centro mismo de la obra narrativa del novelista, además, la misma comprende el estudio del sincretismo cultural producto de la fusión de seres procedentes de tres continentes.

Disfrutemos a Carpentier y el maravilloso mundo bordado por su estupenda faena creadora:

“Orquestas de gatos mecánicos, conciertos de vasos armónicos, pavos bailadores de forlana, los célebres Mellizos de Malta, y los sinsontes amaestrados que, además de silbar melodías de moda, con el pico ofrecían tarjetas donde estaba escrito el destino de cada cual”.

Tal vez para penetrar en este maravilloso mundo novelesco valdría sólo un humilde consejo: Oscar Wilde afirmó, con el fino humor que le caracterizaba, que un nudo de corbata bien hecho era el primer paso serio en la vida. Pues, para aplicar el sarcástico método del poeta irlandés, propondríamos que acompañarse de un diccionario es el primer paso importante que debe dar el que aspira a diplomarse de lector del prodigioso autor cubano.

(*) Guillermo Piña Contreras

Doce en la literatura dominicana

Colección “ESTUDIOS”

Director: Danilo de los Santos

Universidad Católica Madre y Maestra

Departamento de Publicaciones

Santiago, República Dominicana, 1982

Impresión Amigo del Hogar.

New Jersey, EE. UU.

13 de febrero, 1994.

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